Las conversaciones humanas muchas veces se caracterizan por iniciarse con un tono de voz y en un nivel de respeto que poco a poco, gradualmente (a veces no tan gradual) van modificándose en volumen y tacto; normalmente el volumen acaba aumentado y el tacto, o el respeto se acaba perdiendo. Caldo de cultivo para que esto ocurra es contar con: - temas de alto riesgo (sabéis cuáles son) - muchas horas desocupadas e invertidas en "opinar". Dos libros de Salomón nos enseñan acerca de tal caso: (Proverbios 10:19) "En las muchas palabras no falta pecado; Mas el que refrena sus labios es prudente." (Eclesiastés 6:11) "Ciertamente las muchas palabras multiplican la vanidad." Mejor invertir en conocer que en opinar. - Hablar (opinar, enseñar) - Oír (aprender) - Airarse (un frecuente resultado) El Apóstol Santiago sabe que la tríada está interconectada: (Santiago 1:19 - 20) "Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, ta
Desde la azotea de mi bloque hay vistas muy corrientes, edificios corrientes de un barrio corriente; no es mía particular, pertenece a la comunidad, pero un café en la tarde sienta muy bien allí. Sin embargo, tengo una "azotea" (mi cabeza) que sí es personal e intransferible. Ahí comienza la contemplación y reflexión de unas vistas que superan con creces lo que hay delante de mis ojos... Ahí, con un cafe en una mano y la Biblia en la otra, me elevo en las meditaciones de las Glorias de mi Dios.