Juzgar o no juzgar... he aquí la cuestión.
Una cosa es juzgar a las personas, lo cual no nos corresponde a ninguno, y otra cosa es juzgar los frutos, es decir, las consecuencias o resultados de sus vidas; y ese “juzgar” se ha de entender en el plano de “discernimiento” ... Somos responsables de discernir si un fruto es bueno o malo.... (el resultado de la vida de drogadicción no es bueno, no hay dudas) y ante tal evidencia saber a qué atenernos...
debo conocer con quién ando y de quién aprendo… no puedo opinar a simple vista, pero los frutos me dan información suficiente para saber si he de tomar ciertas precauciones.
Las madres decían “no te juntes con…”. Pero existía un problema y ese problema era la referencia en la que se pudieran basar para decir con quién juntarse o no: si la ropa era tal o cual, o sus padres pensaban tal o cual…. etc…. no, no consiste en eso…
Quiero destacar que esa advertencia de “por sus frutos los conoceréis” el Señor la hace en un contexto en el que confronta a los religiosos contra su propia hipocresía, y a los que dicen mucho “Señor, Señor!...” pero no hacen lo que ÉL (el Señor) dice.
De modo que Jesús, al ver a las gentes despistadas y perdidas en unas dudas insoportables porque buscaban la piedad y la justicia, y precisamente los que debían ser guías de ello (los religiosos) eran los peores, les enseña la regla básica e infalible: no os guiéis por sus palabras o apariencias, sino por sus obras (resultados, frutos).
Sin embargo, esto que parece tan obvio y sencillo, es un talón de aquiles tremendamente frecuente en las personas, porque resulta que primeramente miramos el árbol, y si es un árbol que nos cae bien entonces decidimos que los frutos son buenos, y si se trata de un árbol que nos cae mal, entonces decidimos que los frutos son malos...
Así que el Señor, en su maravilloso libro de instrucciones VITAL, nos dice a los pobres tollos humanos (entono el “mea culpa” el primero como tollo):
señores, el orden es el siguiente: un árbol malo da malos frutos, y un árbol bueno da buenos frutos, así que cuando veas el fruto debes ser capaz de reconocer que es un fruto bueno o malo, y EN FUNCIÓN DE CÓMO SEA EL FRUTO, ASÍ SERÁ EL ÁRBOL...
No mires al árbol para entender si el fruto es bueno, sino mira el fruto para entender si el árbol es bueno.
¿Cuál es el problema siguiente?... que ahora llega el “ávido juez humano de cabecera” y se dedica a talar árboles malos.... y el Señor te dice que ese juicio no le corresponde a nadie en la Tierra sino SÓLO A DIOS.
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